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Colombia: No se hace trizas

“El despertar del espíritu libertador de Colombia”

Desencriptando la democracia.

Colombia: No se hace trizas

“El despertar del espíritu libertador de Colombia”

Por: Fernando Ballesteros Valencia

Como un ave Fénix, levantándose de las cenizas, millones de colombianos se toman las plazas principales del país, Cali, Medellín, Barranquilla, Bogotá, las plazas públicas, las calles, las avenidas, cada esquina,  fueron el punto de encuentro de millones de protestantes; la suma total  de inconformidades, en desacuerdo; en un rompimiento de tajo con el estado político administrativo del país, un descuerdo total con el modelo desfigurado democrático, desde la insensibilidad objetiva, entendiendo las necesidades de alimento, sanidad, educación de calidad, bienestar, salud en medio de la pandemia del SARS – Coronavirus; desde la presidencia de la república, en un parlamento que está a espaldas de la realidad social, económica, cultural, de éxito y orientación de la administración de la riqueza de la nación biodiversa,  una cámara de representantes inexistente y condenada al olvido, sin criterio de control político; gobernadores, alcaldes, todas instituciones y servidores públicos de puertas y mentes cerradas; esta lectura social entablada en entrevistas, conversaciones, expresiones, todas sumaron, para la gota que reboza a la tormenta; estos reclamos, en escalera, reclamos al unísono  que reunió todos los componentes de un estallido social. Colombia le dijo. No. A un país llevado a la hecatombe, el despeñadero; hasta hacerlo trizas.

Desde todos los cuatro puntos cardinales, se dieron cita columnas interminables de campesinos, indígenas, trasportadores, taxistas, niños, jóvenes, familias, trabajadores, sindicalistas, estudiantes, universitarios, jóvenes, adultos, adultos mayores, nativos, negros, mestizos, blancos, de las localidades de la capital de Colombia en la ciudad madre patria; los que no asistieron, enarbolaron trapos rojos, renacientes históricos de S.O.S.  de la guerra civil, baño de sangre, el incesante sonido del golpear de las cacerolas, viajaba de sur a norte de oriente a occidente. Colombia les dijo adiós a las armas, adiós a la guerra, adiós al odio y la cobardía de la hipocresía frente a la realidad ruin que se ve en las calles céntricas.

El detonante de esta hecatombe social; la suma de realidades, que, por décadas, se vienen sumando; de la inexistente profundización de un estado social de derecho; hubiere parecido que el contrato social de la Constituyente del 1.991 había cerrado.  La Carta Magna modifica en más de treinta  y más artículos; documento que tejería siglos de rompimientos sociales, representados en una guerra permanente, desde los fusilamientos de los líderes sociales independentistas del  proceso colonial – a los existentes en el territorio hoy; lo que instauraría un régimen de sangre y fuego, la tesis del mal menor, un modelo segregacionista, excluyente, de toma del poder político por un grupos minoritarios de herederos del modelo colonial que nunca permitió la unidad de la Gran Colombia, en su etapa fundacional; menos entendió el país de regiones,  departamentos que representan toda y cada una de ellos, una forma, un modo de ser cultural, social, políticamente que identifica cultural mente a Colombia.

El grito de la independencia, una vez más aflora; Ya. No. Una vez más se bañara en sangre la tierra de héroes; un proceso aun en formación, cohesiona el país, desde siempre, la Colombia profunda sacude las bases del país que quieren los colombianos, desarrollo rural en equilibrio ancestral con los elementos, tierra, agua, aire, no industrialización a escala de explotación en el campo, la Orinoquia, la Amazonia; en las ciudades ágoras de la nación; salud, educación, estado de bienestar con todo el país en igualdad de condiciones; desarrollo, manteniendo una conexión en perfecta armonía y equilibrio con el país territorial, el de los dos océanos, las islas, el archipiélago y en proyección ya, entrada inmediata del país Biodiverso, con la transversalidad de las ciencias sociales, de la técnica la ciencia todo con los propios e idóneos  de la academia con la sociedad; el retorno de la diáspora milenaria de los cerebros fugados; la memoria histórica que los desamparo, niega el realismo mágico del universo Latinoamericano, que se dé cifra en el calor humano, la calidez de sus gentes, el espíritu emprendedor, trabajador y edificador de nación que arropa a los colombianos. En una total pluralidad étnica, mestiza, multicultural y pluriétnica; allí se define el ser y la identidad colombiana, en ese arco iris cultural, basto, como las riquezas de su biodiversidad.

Un milagro llamado Colombia

Como una respuesta a la locura, que le hace el quite a la demencia; el realismo mágico trina sus dedos, y por arte de magia, un país sigue soñando, ahora desde la realidad de los hechos; luego de caminar las sendas del horror de las guerras de los siglos; Colombia, una vez más tiene una oportunidad sobre la tierra; sus gentes, los propios, los idóneos que se empecinan en que un país hecho trizas, no es un país acabado; la memoria ancestral mágica de los abuelos, de los padres que heredaron la ética de las formas campesinas, de los buenos modales, del respeto con altura, de la dignidad humana, de la ética y la moral pública, que la modernidad rechaza como virus; no de palabras vacías; de manipulaciones. Sopesar, pesar y elevar el  pensamiento y la identidad colombianas desde las palabras de la unidad nacional; de valorar al ser humano por lo que son; distanciarse de las manipulaciones; de  expresiones como el “cuanto tienes cuanto vales”, ni en la palabrería del “usted no sabe quién soy yo”; el discurso es el heredado de los grandes los padres fundadores; que por más olvidado y canalla que ha sido negada su existencia; ahora la suma de realidades fáctica, la cohesión social a partir de los supremos, heredando un país, una nación, un idioma; las leyes en lugar de las armas; pero la disputa de la razón por sobre el engaño. 

Ese, el discurso que se habla en las casas, que camina con las voces en alto parlante en las calles, que define un pasado, un presente un futuro. La política social se toma las ciudades; en entre tejidos sociales, ancestrales, campesinos, urbanos, históricos; los hechos concretos están claros, el orden inmarcesible impera desde la paz de las gentes; la horrible noche ha cesado, ya; el miedo, el terror, los campos de la batalla sangrienta, despertaron el bien común – comunidad; las calles de la pobreza, consolida el estado de bien estar de todos y para todos; el llanto del huérfano de la guerra, es arropado  por el presente, del hoy; el mejor del futuro que  es el ahora; la educación para la vida se siembra en la cosecha de ilimitada de la bio-diversidad biológica de la prosperidad en abundancia de las sostenibilidad alimentaria; un nuevo orden se levanta; es inquebrantable; poderoso como las montañas, los valles, el campo, los ríos, las fuentes hídricas, el firmamento, la luz del todo poderoso, alumbra ya; en el territorio, como en la vida, las mujeres mesen el amor  y los afectos de una familia en primavera; Colombia inscribe  en su monolito milenario de Chiribiquete, la historia de una tribu que le fue entregada una tierra promisoria, de una nación, que se levantó para no dormirse en los laureles de su gloria de pueblo bravío, de  valientes llaneros, de centauros míticos, inagotables caminantes de mil batallas, de niño bravío, de jóvenes conquistadores de realidades;  este país, con un solo idioma, una sola voz, una sola raíz madre; Colombia; esta nación escribe hoy, el realismo mágico de una nación espejo de la Latinoamérica; libre; el nuevo mundo del sueño de Simón Bolívar, de una América unida de los hijos ilustres de la patria de la prosperidad. Hoy el sueño es posible.