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La clase política colombiana dijo No, a la prosperidad democrática, con las manos llenas; llevo hasta los límites la cordura de la sabiduría social de un país empujado a la hecatombe, el despeñadero; hasta hacerlo trizas, protestas, marchas, destrozos, desaparecidos, asesinatos, en todas las ciudades del país.

El acuerdo social del 1.991 la Carta Magna, como eje rector de la unidad nacional. ES LA RESPUESTA.

Colombia: No se dejará hacer trizas

“El despertar del espíritu libertador de Colombia”

Esta lectura social entablada en entrevistas, conversaciones, expresiones, observaciones sociales, todas sumaron, como la gota que reboza en tormenta social. La potencia de las Américas, dos océanos, la más profusa diversidad biológica del mundo, las ilimitadas fuentes fluviales, la riqueza del subsuelo, la potencia alimentaria y de calidad del aire de la Amazonia, la Orinoquia, sumida en el caos.

Por: Fernando Ballesteros Valencia

Como un ave Fénix, levantándose de las cenizas, millones de colombianos se toman las plazas principales del país, Cali, Medellín, Barranquilla, Bogotá, plazas públicas, las calles, las avenidas, cada esquina, son punto de encuentro de millones de protestantes; una larga lista; la suma total  de inconformidades, desacuerdos; un rompimiento de tajo con el estado político administrativo del país, un descuerdo total con el modelo desfigurado democrático; se lee desde la insensibilidad, un desconocimiento de las necesidades reales, alimento, sanidad, salud, educación de calidad, estado de bienestar; en medio, la pandemia del SARS – Coronavirus; todo se ha juntado y está reventándose como una gran represa social  por  todos los puntos cardinales; la presidencia de la república, sola, se ha puesto en el patíbulo de los acusados, el  parlamento a espaldas de la realidad social, económica, cultural del país pluriétnico y multicultural, gobernantes ausentes.

La potencia de las Américas, dos océanos, la más profusa diversidad biológica del mundo, las ilimitadas fuentes fluviales, la riqueza del subsuelo, la potencia alimentaria y de calidad del aire de la Amazonia, la Orinoquia; el éxito, no le es esquivo, está ahí, ese crisol de oportunidades ilimitadas, la otra cara, la presencia ausente de la mezquindad de sus gobernantes es agobiante; inexistente orientación de la administración pública a la prosperidad de la riqueza de la nación biodiversa,  la ausente presente cámara de representantes, inexistente y condenada al olvido sin criterio de control político; gobernadores, alcaldes, todas instituciones y servidores públicos de puertas y mentes ausentes.

Esta lectura social entablada en entrevistas, conversaciones, expresiones, basta observara la realidad objetiva de los hechos; todas sumaron, un acumulado tal; hasta llegar a la gota que reboza en tormenta social; reclamos de más de doscientos años, hoy al unísono, convergen todos los componentes de un estallido social. La clase política colombiana dijo No, a la prosperidad democrática, con las manos llenas; llevo hasta los límites la cordura de la sabiduría social de un país empujado a la hecatombe, el despeñadero; hasta hacerlo trizas, protestas, marchas, destrozos, desaparecidos, asesinatos, en todas las ciudades del país.

Desde todos los cuatro puntos cardinales, se dieron cita, uno a uno, sin invitaciones, sin convocatorias, se fueron formando columnas interminables de campesinos, indígenas, trasportadores, taxistas, niños, jóvenes, familias, trabajadores, sindicalistas, estudiantes, universitarios, jóvenes, adultos, adultos mayores, nativos, negros, mestizos, blancos; de los municipios, de las localidades, de la capital de Colombia; la madre patria arde, una vez más; se enarbolan trapos rojos, ya no para denotar un partido político, un adversario, un enemigo, es el símbolo de una familia caída en la desgracia del hambre,  renacientes históricos de S.O.S.  de la guerra civil, se baña de sangre y hambre la amada tierra de los padres fundadores; el incesante sonido del golpear de las cacerolas, viaja de sur a norte de oriente a occidente, como la voz de la protesta aun en medio de la noche; las banderas blancas se tiñen de amarillo azul y rojo, Colombia les dijo adiós a las armas, No a la guerra, adiós al odio y la cobardía de la hipocresía frente a la realidad ruin que se ve en las calles céntricas, pobreza, hambruna y soledad.

El detonante de esta hecatombe social; la suma de realidades, que, por décadas, se vienen sumando; Cien años de soledad, de la inexistente profundización de un estado social de derecho; hubiere parecido que el contrato social de la Constituyente del 1.991 se hubiera hecho trizas.  La Carta Magna modifica en más de treinta  y más artículos; hoy ese cuerpo conceptual adquiere un valor fundacional de los derechos olvidados, este contrato social acordado es la tabla  filosofal, salvadora  que teje los siglos de rompimientos sociales, representados en una guerra permanente, desde los fusilamientos de los líderes sociales independentistas del  proceso colonial – a los existentes en el territorio hoy; lo contrario a la instauración  de un régimen de sangre y fuego; la tesis del mal menor, el cambio de un modelo segregacionista, excluyente; de toma del poder político por un grupos minoritario de herederos del modelo colonial que nunca permitió la unidad de la Gran Colombia, en su etapa fundacional; y menos entendió el país de regiones,  departamentos, el que representan toda y cada una de ellos, como unidades culturales. Ahora entendemos el código genético de esta sociedad, una forma, un modo, un sentir colectivo de nación de ser cultural, social, políticamente que identifica cultural mente al colombiano, un todos cabemos y es posible una nación en todos y para todos en prosperidad.

El grito de la independencia, una vez más aflora; Ya. No. Una vez más de bañarse en sangre la tierra de héroes; si de un proceso aun en formación, que cohesiona el país, desde siempre, la Colombia profunda sacude las bases del país que quieren los colombianos, desarrollo rural en equilibrio ancestral con los elementos, tierra, agua, aire, no industrialización a escala de explotación en el campo, la Orinoquia, la Amazonia, como patrimonio de la humanidad en el bien estar de los colombianos; en las ciudades como en el campo, ágoras de la nación; salud, educación, estado de bienestar con todo el país en igualdad de condiciones; desarrollo, manteniendo una conexión en perfecta armonía y equilibrio con el país territorial, el de los dos océanos, las islas, el archipiélago y en proyección ya, la entrada inmediata del país Biodiverso, como continuidad del país región latinoamericano integrado, con la transversalidad de las ciencias sociales, de la técnica, la ciencia, todo con los propios e idóneos  de la academia, con la sociedad como centro del estado social; el retorno de la diáspora milenaria de los cerebros fugados; la memoria histórica que los desamparo, niega el realismo mágico del universo Latinoamericano, que se cifra en el calor humano, la calidez de sus gentes, el espíritu emprendedor, trabajador, edificador de nación que arropa a los colombianos gentes felices y festivas. En una total pluralidad étnica, mestiza, multicultural y pluriétnica; allí se define el ser y la identidad colombiana, en ese arco iris cultural, basto, como las riquezas de su biodiversidad.

Un milagro llamado Colombia

Como una respuesta a la locura, que le hace el quite a la demencia; el realismo mágico trina sus dedos, y por arte de magia, un país sigue soñando; ahora desde la realidad de los hechos; luego de caminar las sendas del horror de las guerras de los siglos; Colombia, una vez más tiene una oportunidad sobre la tierra; sus gentes, los propios, los idóneos que se empecinan en que un país hecho trizas, no es un país acabado; la memoria ancestral mágica de los abuelos, de los padres que heredaron la ética de las formas campesinas, de los buenos modales, del respeto con altura, de la dignidad humana, de la ética y la moral pública, que la modernidad rechaza como un virus; es la hora de la realidad, ya no de palabras vacías; de manipulaciones. Sopesar, pesar y elevar el  pensamiento y la identidad colombianas desde las palabras de la unidad nacional; de valorar al ser humano por lo que son en su conjunto; distanciarse de las manipulaciones; de  expresiones como el “cuanto tienes cuanto vales”, ni en la palabrería del “usted no sabe quién soy yo”; el discurso debe ser  el heredado de los padres fundadores; que por más olvidado y canalla que ha sido negada su existencia; ahora la suma de realidades fáctica, la cohesión social a partir de los supremos, heredando un país, una nación, un idioma; las leyes en lugar de las armas; pero la disputa de la razón por sobre el engaño. 

Ese, el discurso que se habla en las casas, que camina con las voces en alto parlante en las calles, que define un pasado, un presente un futuro. La política social se toma las ciudades; en entre tejidos sociales, ancestrales, campesinos, urbanos, históricos; los hechos concretos están claros, el orden inmarcesible impera desde la paz de las gentes; la horrible noche ha cesado, ya; el miedo, el terror, los campos de la batalla sangrienta, despertaron el bien común – comunidad; las calles de la pobreza, consolidan las metas, el estado de bien estar de todos y para todos; el llanto del huérfano de la guerra, es arropado  por el presente del amor en primavera, del hoy; el mejor futuro, es el ahora; la educación para la vida se siembra en la cosecha de ilimitada de la bio-diversidad biológica de la prosperidad en abundancia de las sostenibilidad alimentaria; un nuevo orden se levanta; es inquebrantable; poderoso como las montañas, los valles, el campo, los ríos, las fuentes hídricas, el firmamento, la luz del todo poderoso, amada y poderosa mujer alumbra ya; en el territorio, como en la vida, las mujeres mesen el amor  y los afectos de una familia en primavera; Colombia inscribe  en su monolito milenario de Chiribiquete, la historia de una tribu que le fue entregada una tierra promisoria, una nación, que se levantó para no dormirse en los laureles de su gloria de pueblo bravío, sobre centauros míticos cabalgan gentes de mil batallas de sur a norte de oriente a occidente, forjar la gran Colombia, de todos los colombianos sin excepción; inagotables caminantes, de niño bravíos, de jóvenes conquistadores de realidades;  este país, con un solo idioma, una sola voz, una sola raíz madre; Colombia; esta nación escribe hoy, el realismo mágico de una nación espejo de la Latinoamérica; libre; el nuevo mundo del sueño de Simón Bolívar, de Policarpa Salavarrieta de una América unida en los hijos ilustres de la patria de la prosperidad. Hoy el sueño es posible.

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