Por: Francisco Canossa Jr
En ocasiones cuestionamos duramente la falta de sentido de pertenencia con nuestra ciudad, aquella que a muchos nos vio nacer, crecer y/ó por el contrario nos abrió sus inmensos brazos forjando un sinfín de oportunidades de crecimiento personal, laboral, educativo etc. Pensamos que es culpa del vecino, de las personas “foráneas” que llegan a la ciudad o simplemente del Gobierno.
¿Pero que es Bogotá realmente?
20 localidades, una alcaldía mayor, cifras inexactas de cantidad de barrios y urbanizaciones, calles, carreras, diagonales, cerros, sabana, Ciclo-vía, feria de las pulgas, casa del gobierno nacional, Colpatria, Museo del Oro, chocolate santafereño y queso, Trasmilenio, chicha, torneo de futbol en el Olaya, Trasmicable, el 7 de agosto y tantas otras cosas que suman y constituyen lo que es Bogotá.
¿Pero alguna vez nos hemos sentado a analizar que tanto nos hemos apropiado de nuestra ciudad ó como nos encontramos inmersos en los temas que a todos como capitalinos nos competen? Y hago énfasis en uno de los más representativos, el hermoso pero olvidado río Bogotá.
Cuenta una antigua leyenda del pueblo Muisca, quienes habitaron aquella hermosa meseta fértil en la cima de la cordillera de los Andes, hoy Bogotá, que el Dios del mal Huythacá como castigo con los hombres, había condenado las tierras fértiles a encontrarse sumergidas bajo el agua, y como si se tratase de una epopeya de la antigua Grecia, un héroe sabio llamado Bochica rompió la milenaria roca que mantenía el agua represada creando así un flujo de agua indetenible que caía al infinito, ese día nació Bogotá, pero al contrario de lo que muchos creen, no nacía sola, ella venia unida y dependiente al río Bogotá.
Con la llegada de los españoles la veneración por el agua fue reemplazada por el catolicismo y la ciudad comenzó una vertiginosa carrera de crecimiento, consumo de recursos naturales y contaminación de nuestra principal fuente de vida, el río. Se cree que el río Bogotá presenta niveles de contaminación similares al río Ganges en la India, su cause es alimentado por plásticos, basura, grasas, aceites y demás derivados del petróleo que lo llevan a una muerte segura.
En la mente de los bogotanos se encuentra latente la idea que el afluente es sinónimo de suciedad, daño ambiental, creen saber que este se define con una sola palabra, contaminación.
Lo que muchos no saben, es que a 3.300 metros sobre el nivel del mar, junto a las fuentes ancestrales y perpetuas de agua (el páramo de Guachaneque) en la Cordillera Oriental colombiana, nace el cristalino, frio y hermoso río Bogotá, equiparable con las aguas puras y naturales de los glaciales en lo más recóndito de la Antártida, o con las más salvajes aguas de nuestro continente, recorre una longitud cercana a 380 Kilómetros hasta desembocar en el inmenso rio Magdalena, pero me pregunto entonces, por que no nos escandalizamos los colombianos y más aun los Bogotanos al saber que todos los días se vierten en el cauce del Rio Bogotá cantidades enormes de basura y más aún, si sabemos que el río Bogotá tiene muchos usos como el riego de cultivo, consumo humano, actividades pecuarias, usos para la industria, entre otras ¿Por qué lo hacemos a un lado y lo ignoramos? Acaso ¿qué pensarían nuestros antepasados al ver lo que sucedió con el sagrado río fuente de vida, alimento y prosperidad?
Llego el momento de pensar en el futuro de las nuevas generaciones de Bogotanos y Bogotanas, de enfrentar una problemática ignorada por décadas, de poner sobre la mesa y la agenda de las personas que fueron elegidas para representar nuestros intereses, al río. Debemos acabar con aquel adagio popular que dice: El Río Bogotá, De Frente a la Ciudad y de Espaldas de los Capitalinos.
Por: Francisco Canossa Jr