Juventudes y estudiantes.

LAS ACCIONES DE PERDON COMO ESCENARIOS PARA CAMBIAR

La creatividad, las artes, el pensarnos como país, nación, estado; es un asunto del todos incluyentes, en un unámonos, “ la juntanza resonante” sin exclusiones,  sin rompimientos, con todas en todos.

La contemporaneidad  del mundo esta mediada por las miradas, las acciones, las representaciones, del modo del hablar, de las formas de expresión, de las maneras de reclamar, en ello nos referimos a las generaciones actuales a las juventudes; en el empoderamiento de la vida social, los jóvenes, los estudiantes resignificando los espacios territoriales, la esquina, el barrio, la localidad  las ciudades, el país; este en el que vivimos y desvivimos las posibilidades de la libertad en felicidad, la paz como imperativo de convivencia y entendimiento colectivo, de un país de todas en todos.

Calidad de vida, educación, salud, bienestar, desde una mirada y en una perspectiva que permita ver la historicidad que nos define, con sentido de ancestralita; con la reflexión desde el análisis crítico de lo actual, el pensamiento propositivo del dónde estamos y hacia dónde vamos. Del sentido y significado del concepto democracia; en tal sentido la profundización de ese todo que nos define al unísono, la Carta Magna de las naciones, la Constitución, su pragmatismo como practica colectiva.

Históricamente cada generación de jóvenes, de estudiantes, jalona nuevos ascensos, escalones de la pirámide de la equidad.  Esta escalera de los cambios y las transformaciones sociales, apuntaladas por la cultura, la identidad, el sentido de territorialidad; con ellos sobre vienen los surcos profundos del inconformismo eruptivo, por ende, el cambio, la contra cultura, la re-significación, nuevas e innovadoras formas, sentidos más amplios de cultura, la libertad. La suma de las formas culturales, como se re escriben los sujetos, las acciones sociales, los ciudadanos, la de los jóvenes, los estudiantes, sus realidades objetivas de vida.

El arado de las generaciones que sembraron las semillas de ese pasado, reverdecen como nuevas cosechas; revolucionarias, si se quiere, transformadoras como deben ser leídas, tal elevación, son los cambios, las transformaciones culturales de largo aliento, en sentido social, de profundas realidades, escritas, reescritas; responsables, ancestrales, históricas, campesino, afro, de mujer, hasta de sentido de la amplitud de los géneros. Cada generación escala la ola de las libertades aplazadas

La gente, del usted no sabe quién soy yo, las gentes de bien, los del no, los involutos del poder, los de las camisas negras, la clase política, en cuyos ejercicios de blanqueamiento de las realidades de una peste, léase local, regional, nacional, mundial, en cuya limpieza de las realidades, esconde bajo la alfombra una enfermedad mutante. La demanda de los nuevos tiempos, que han de sanarse. Es el bien que trae cada nueva cosecha, el, de las nuevas generaciones; que ve, que algo aquí está mal y que hay que sanar, cambiarlo, transformarlo; en tal sentido es el bien común, sanarnos cambiar desde la demanda de bien estar, de prosperidad colectiva.

La creatividad, la creación y las expresiones que se traducen como formas de comunicación en sentido del arte, desde y como un todo incluyente, sin exclusiones, sin rompimientos; resonante con el otro, en la hermandad de nación que nos define, como únicos; con nuestras pesadillas, con nuestros sueños, con el sentido del realismo mágico, con la autenticidad que nos designa la multietnicidad pluricultural que somos, como jóvenes, como estudiantes.  

Nuestra naturaleza, la naturaleza que nos define, lo ancestral mítico y sagrado, la tierra, el agua, el aire, lo esencial de la vida misma, como una misma piel, la tierra, el agua, la vida, el aire el don de la existencia única e irrepetible, el único universo que somos, la biodiversidad que nos define; vivientes.

La vida desde las féminas, el empoderamiento de lugar de la mujer, su reivindicación de los derechos, sus nuevos escenarios, su ascenso real, su lugar de vida.

Desde siempre; antes el siglo de los derechos, ahora el siglo de Biovida; un cambio de paradigma, el del autorescate de la naturaleza que nos define como una especie única, irrepetible en el limitado de las especies.  

Cambio de cultura de las artes,  de las expresiones,  de la complejidad  de un proceso histórico, de rompimiento con los defectos,  de cierre a corto, mediano plazo; hablamos de los acuerdos de la Carta Magna de 1.991, de las nuevas ciudadanías,  del país nación,  de la identidad que nos define como un solo país, la paz;  la paz más allá de los actores, la paz de las ciudadanías libres,  cuyas dinámicas se han consolidado  en los procesos políticos  del país profundo,  regional, isleño, municipal, local, barrial.

Hablamos de la sostenibilidad de la cultura viva, barrial, local, distrital, municipal, departamental, regional de San Andrés, Providencia, Santa Catalina, de la multidiversidad cultural que somos; sostenibilidad cultural, social de la individualidad colectiva, de las identidades personales que nos son comunes en las colectividades, en las diferencias que nos hacen nación; un solo en ella, con todos, de la educación que nos integra como un solo estado progresista. Es el pensar el país democrático, participativo, el país que vemos y que hay que cambiar en dignidad colectiva.  

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