Palabras desde adentro, hacia a fuera…
No era un sueño, no. Tampoco estaba despierto, no; total mente, pero si consiente. Mi estado era el de un papel mojado, no podía sostenerme, la pesadez, no del cuerpo, era, el alma, el espíritu apagado, inerte. No había nada que me atara a la vida, nada existía, y todo estaba. Todo lo que he amado y edificado en la razón y el corazón yacía en el más profundo silencio. No muertos, solo allá en ese lugar de la nada.
Los sentidos siempre alerta, la razón siempre abierta, el espíritu aun danzante, el alma ausente.
Estaba de retirada, ya no eran miles de kilómetros recorridos, miles de libros leídos, cientos de personalidades en convivencia; culturas, países, continentes, ese inmenso océano aun por recorrer; era solo, eso; nada.
Solo; aunque no lo sentía así; no había miedo, no había soledad, no había resentimientos; lo peor no había pesar; era solo eso, nada.
Estaba de retirada, me faltaban las ganas, no había deseo, no se sentía nada. Nada.
Tan podo era un vacío; o una soledad; nada frustrante, no tan solo era eso. Nada.
No había tristeza, tan poco temor, el agua sucumbía entre las manos.
Un profundo y tranquilizador sueño, sin sueños, sin pesadillas, sin despertar; todo lo que amo estaba ahí, presente, tenso, preocupado, no era yo, eran ellas. Presentes, atentas, raudas, pero tensas. Les envergaba la ausencia presente y el futuro ausente, sin mí.
No había temor, solo eso. Nada.
Esa nada, esa, inexistente levedad de la ausencia presente. Estaba, pero, no estaba; vivía en un papel mojado.
Ahora, el despertar, las preguntas, el porqué, el para qué, cómo, el dónde, el para dónde; su significado. Tenía una razón de ser. Tal vez, es esa, la ausencia presente de los que ya no están, del antes, de la eternidad inexistente, de lo imposible por alcanzar, se acaba el tiempo, posible, pero inexistente en la memoria de los muertos vivientes. La nada.
No lo sé, no lo sabremos, no en este estado humano, esa es la alquimia del superior. La supremacía del creador, ahí radica todos nuestros temores, preocupaciones, son todas inexistentes e infundadas. No lo sabremos, no en vida.
La caída libre dentro el agujero del tiempo
Tiempo, lugar, un espacio, un cuerpo, un alma, un espíritu, una razón; ahora talvez. Es el caminar de la humanidad que nos llena de esa inolvidable y audaz expedición a todo lo que vemos, sentimos, a esa experiencia formidable del entorno de la inmensidad de ilimitadas razones que le damos a la vida iluminada por la razón. La vida.

Por: Fernando Ballesteros Valencia
Periodista Comunicador Social
Centro de investigaciones en comunicaciones para Iberoamérica
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