Betty Osceola. A la memoria de Billy Osceola / Alligator Miccosukee, tribu norteamericana Centro de detención para inmigrantes, en pleno Parque Nacional de los Everglades Por: Fernando Ballesteros Valencia / El Pájaro que le canta al fuego.

A la memoria de Billy Osceola / Alligator                  

Miccosukee, tribu norteamericana
Centro de detención para inmigrantes, en pleno Parque Nacional de los Everglades
Por: Fernando Ballesteros Valencia / El Pájaro que le canta al fuego

No ha pasado una década desde que con Marcela Hurtado, documentamos las acciones cívicas y sociales, de protección ambiental, de las especies y de la vida, que realizan las comunidades nativas de Miami (Miamia, nombre primigenio en la voz de la tribu milenaria). Somos muchas personas, cientos, miles, de la América continental e insular: desde la tierra del fin del mundo en Suramérica, Centroamérica, el Caribe y Norteamérica; desde Pangea con los milenarios imperios Inca, Maya, Azteca, Piel Roja, Cheyenne, Cherokee, Sioux, Apache, Navajo, Seminola, y hoy los Miccosukee. Desde siempre, Chiribiquete; hoy, la Sierra Nevada, los hermanos mayores.

Desde entonces y por siempre, los guardianes de la tierra, el agua, el aire, la vida —la BIOvida—, eran la voz de Billy Osceola, quien, en mi contacto con la naturaleza, me guía en mi inducción a comprender la dimensión de lo que somos como especie humana en armonía con la vida. El fuego se elevaba; las llamas se convertían en aves de fuego, y luego en estrellas. Las palabras del líder tribal nos conectaban con su ancestralidad. Millones de mosquitos, como nubes, me rodeaban sin dañarme: era el poder de su voz. Poderosa, le hablaba al cocodrilo, a las aves; volaba sobre la inmensa planicie de pastos gigantes. Nos condujo al nido del alligator, nos enlazó con un nudo que nunca se soltará mientras vivamos. Nos sumergía en el corazón de los Everglades, en el vientre de la Pachamama. Cabalgamos sobre el alligator: era la revelación del realismo mágico.

Toda la tribu, atenta y bajo su magia, lo escuchábamos. A su lado, siempre, Betty Osceola, la tribal, con su cuchillo en la cintura, absorta en la meditación, en la elevación espiritual de su especie. Esta es solo una página de los libros que se escriben y se escribirán. Era el SOS de Billy Osceola frente a la hecatombe que causaba el bulldozer que asesinaba los Everglades —humedal del tamaño de Bacatá—, como un día fue esta la sabana de Bogotá, hoy disecada por el cemento, los vehículos que atropellan al cocodrilo, aplastan las especies, contaminan el aire, las fuentes hídricas, verdaderos botaderos de basura de la urbe millonaria. Registré en el documental, fotografié, se realizaron entrevistas. Lo declaré ante la ley, en el juzgado del Condado de Florida en Miamia, al ser llamado a testificar. Miles de botellas de Coca-Cola, Gatorade, Vive 100, plásticos, neveras, llantas, envolturas de caramelos, bolsas plásticas por doquier.

Ahí estaba el grito de los Osceola:
¡Paren ya! No más oil, no más gasolina, que mata la naturaleza, la vida, los ríos. No más motores rugiendo, apagando el canto de las aves.
La contaminación envejece y marchita el verde. Los árboles aún en pie son vejestorios, restos podridos como muertos vivientes del caos urbano. El cemento sepulta el verde. Asesina el agua, las especies.

El pájaro que le canta al fuego: así me bautizó Billy Osceola, el sabio hombre, ese que pensaba primero en el mundo y en todos nosotros. No le importaba que sus zapatos se rompieran de tanto andar, marchando hasta Miami, la metrópoli reluciente y hermosa, que debajo de sí sepultaba la vida, y por encima mostraba opulencia, riqueza y poder económico.

Hasta la corte llegó. Allí enfrentó con su poderosa voz la ley, la autoridad del blanco invasor. Todas y todos los marchantes, en largas caminatas con pantalones cortos bajo el inclemente sol, denunciamos por toda la lengua de cemento el daño que dejaba tras su paso: la muerte del alligator. Ahora todos le acompañábamos a presentar su alegato, muy bien vestidos. En la antesala: ejecutivos, abogados, artistas, fotógrafos, empresarios, periodistas; antes caminantes, ahora citadinos. Testimoniamos el daño a la naturaleza por las carreteras, por las ciclovías que se edificaban sobre los Everglades. ¡Lo están asesinando!
Y ahora, en este momento, convertirlo en un reclusorio, en otro campo de concentración maquillado, es seguir asustando al hombre en lugar de corregir sus errores.

Donald Trump, para la muestra, lo que esconde tras Palestina y su financiación al exterminio de los pueblos y de la vida.

Billy Osceola, el Miccosukee tribal, de los verdaderos dueños de los Estados del Norte de las Américas. Los nativos exterminados entregaron sus vidas por nosotros, enseñándonos que su existencia era un mensaje pasado de mano en mano, de voz en voz, de grito tribal que se extiende generación tras generación.
¡Si tan solo comprendiéramos su mensaje!: primero la vida que el cemento, primero el cerebro que el cemento.
Una vez más, su voz nos conecta con el principio ancestral, con Pangea, con la tierra, el agua y el aire.

Billy Osceola, al hablarle de dónde y hasta dónde había caminado —hasta la tierra del fin del mundo—, me dijo:
“Eres un mensajero de la vida, eres el pájaro que le canta al fuego.”

Una veintena de personas provenientes de diferentes lugares del continente y del mundo, alrededor del fuego, una fogata inmensa. Cada noche, después de agotadoras caminatas reconociendo el territorio Miccosukee…

Cito un medio impreso:
“Billy Osceola, presidente de la tribu Seminole de Florida, entrega al gobernador Burns una chaqueta Seminole en la ceremonia inaugural – Tallahassee, Florida.”

La tribu de los Mikasuki (Miccosukee) es una tribu amerindia que reside al sur de Florida. Durante la época de la conquista, los Mikasuki procedían de pueblos antiguos del noroeste de Florida, Georgia y las Carolinas (del Norte y del Sur) en los actuales Estados Unidos. Debido a las presiones de la colonización, la guerra y la reubicación forzosa, los ancestros de los Mikasuki y los Seminolas se establecieron allí.

La construcción de un centro de detención para inmigrantes, llamado “Alligator Alcatraz”, en pleno Parque Nacional de los Everglades, desató el rechazo de la tribu Miccosukee. Miembros de esa comunidad aseguran que las personas podrían morir, no solo por los caimanes y las serpientes, sino por las condiciones extremas de esa zona.  

Primera parte video documental.  Todos los derechos Clustertv.net  Prensa Internacional Corresponsal Fernando Ballesteros Valencia https://web.facebook.com/clustertv.net/videos/190195872012028

Gracias a la maestra Betty Osceola

Nelly Ballesteros Valencia SAM Por su apoyo incondicional / Liz Francis Galvez : por siempre
Frank Allegro, JohnBob Carlos, Miguel Angel Rairan
y a los amigos y amigas del norte de América, de México, Centroamérica, el Caribe, Suramérica.
Gran abrazo de respeto y admiración.

Con el apoyo del Centro de Estudios en Comunicaciones para Iberoamérica / Factor Colombia
Agenda Pública A.P.
Corresponsales de paz