La dialéctica de la fuerza en oposición. Parte VIII de X

a las democracias occidentales.

Acciones violatorias de los derechos humanos, son violatorias de las estructuras del ordenamiento social mundial, imponen un modelo económico desde el estado de la violencia sociopolítica.

Los países, el poder, tiende o trasladar concepciones importantes a los sectores sociales, populares. Desde otras lógicas se consolidan acciones, determinantes, como la presencia de bases norte militares, como el caso de Colombia con las bases Norte Americanas en su territorio. Estos aspectos en lugares opuestos, nos presentan la realidad de la población social y el impacto directo e indirecto sobre sectores como las organizaciones sociales, los sindicatos, que son vistas, para el poder como enemigos. Con el desarrollo de teorías o posiciones del enemigo interno; quitarle el agua al pez; descalificar las mingas, las protestas, las manifestaciones, las marchas, las expresiones sociales, juveniles que son vistas como enemigos; los analistas sostienen que estas líneas desde la lectura de los estados, constituyen tesis como el de los enemigos sociopolíticos de la paz, que orientan al caos y al precipicio de la traición, la perfidia. Las salidas y acciones militares, como salida a estas posiciones, traicionan el mundo de los acuerdos de paz; eliminando al otro, constituye un accionar para el militarismo de estado; su justificación, configurar la fuerza, la imposición de un reordenamiento territorial.

De los principios del estado social de derecho al golpe de estado maquillado e institucionalizado

La imposición a sangre y fuego de los estados totalitarios se funda en los principios de imponer un modelo, sea este económico, militarista, de facto, dictatorial, desde el estado, como un actor de violencia, desde una lógica a ultranza medida por el capital y este como poder de dominación absoluta; contrario a la democracia que funciona en la plenitud del orden social, institucional, enmarcado en las leyes y los derechos, en tal sentido.

Los ejércitos, la policía, los marcos legales, les regulan; fijan los límites del ejercicio del accionar regular en el marco de los derechos humanos; lo contrario es violatorio, las fuerzas del estado, contra los ciudadanos; los constituyentes primarios, los pueblos. En tal sentido estos extremos, se oponen a la democracia, al orden, a la paz, que es el fin último de su razón de ser; calidad de vida, vida digna, vida de bien estar, vida de prosperidad, estado social de derechos, es mantener el orden en sentido de la defensa de los derechos de los pueblos.

Por su parte, la justificación del paramilitarismo, como deformación de los órganos del orden constitucional, la policía como organismo de defensa de los ciudadanos, la violencia, desencadena la fuerza de las masas, dos vías en contra del equilibrio democrático; un nuevo orden establecido en el de los derechos Constitucionales establecidos, como derechos civiles; lo contrario   es accionar a sangre y fuego a poseedores, contra desposeídos. El modelo de financiadores por el despojo de la tierra, a través de modelos de la guerra, terratenientes, la concentración de tierras, riqueza, al margen de la ley, destruye la vida campesina, genera desplazamiento forzado de comunidades enteras, verdales municipales, pueblos. Ello, la imposición de la fuerza, impone y fija un modelo económico de producción arbitraria y de explotación a ultranza de las dinámicas agrarias de los pueblos. Lo opuesto una reforma agraria en equidad.

Tales modelos, al margen de la ley, o para estatales al margen de los derechos humanos,  son violatorios del derecho internacional, violan los derechos humanos de las estructuras del ordenamiento social mundial; imponen un modelo económico desde el estado de la violencia sociopolítica; ese caos subvierte el ordenamiento legal legitimo del estado, en el que las normativas se salen del control estructural, del control constitucional; crea agujeros para  la manipulación, los estados de excepción,   el estado de sitio,  estado de conmoción interior, doctrinas de seguridad nacional, la llamada guerra fría,  que han dejado al mundo al filo de la destrucción masiva.

Los mecanismos desbordados y sin control que terminan socavando la institucionalidad, deslegitima el imperio de la ley, entendida como el equilibrio de la ley y el derecho, en tal sentido, tal desbordamiento encamina un caos institucional, no hay ente que les regule, sin ningún control, terminan en acciones como los fenómenos derivados de modelos del holocausto racial, holocaustos no menores, el exterminio de movimientos políticos, organizaciones sociales, grupos étnicos, personas, lideres, mujeres, hasta bombardear comunidades con la presencia de la niñez.

Desde esta mirada crítica, la  lógica del caos, que socaba los logros alcanzados por la historia de la humanidad, se institucionaliza como – miedo, terror, el caos de la desaparición forzada, el exterminio; en este  anti – estado – perdida escalonada  de valores, se criminaliza a los constituyentes primarios, a los votantes, a los electores, los indígenas, los campesinos, los negros, las comunidades minoritarias; en tal sentido se polariza una sociedad de extremos inamovibles, los del no  extremo; así se eleva el estado del caos en la criminalización de las demandas sociales, la ausencia del ejercicio normal del dialogo, de la discusión de la puesta sobre la mesa de puntos comunes, a un de puntos de vista diferentes, posibles acercamientos, o acuerdos sobre lo fundamental;   el mecanismo de Ágora publica, con cabida a la mirada crítica,  legítima, las múltiples voces, todas. En tal sentido, en oposición, escala la protesta, que ante la continua supresión del estado social de derechos, asciende a protestas sociales, marchas y de ahí a guerras internas, guerras civiles y al último escalón de la vergüenza publica, la muerte de la democracia.  

De los acuerdos y el valor de la educación en la democracia de la paz

El acurdo de paz firmado en Colombia, un documento que ha sido elogiado en todo el mundo, a la luz de los análisis de los acuerdos de paz firmados en el planeta en el siglo XIX – XX, este el acuerdo de paz de Colombia que hoy camina su quinto año de aplicación; que, a pesar de todos los esfuerzos, sus evaluaciones, análisis, límites y limitaciones, impactos, positivos lectura negativa; aun, de los obstáculos que ha enfrentado y enfrenta.

La amplitud o las limitaciones de sus objetivos trazados para detener la guerra de más de medio siglo, en este país sur americano, no se consolidan en su totalidad; desde todas las miradas, una vez más la crítica, se lee que continua en crecimiento exponencial el arrasamiento de bosques tropicales, especies biológicas, explotación minera; a partir del desplazamiento y la guerra a comunidades en el Catatumbo, Cauca, la Amazonia.

Las causas muli-factor, históricos, político, cultural, éticos, morales, estructurales del estado nacional, de la sociedad; genera causas disonantes en la conformación del estado democrático, en su perfeccionamiento, en el supra modelo de occidente. Colombia se soporta en la concentración de la tierra. Tal desequilibrio deslegitima equilibrio del estandarte del estado, el ejecutivo, legislativo, judicial, Constitucional, que soportan la validez y el respeto como estado de derechos de la prosperidad social democrática; que terminan legitimando la perfidia estatal, gubernamental, deslegitima la autenticidad del acuerdo de paz, visibiliza unas  instituciones captadas por la corrupción que terminan manipulando a favor de los partidos de sus dirigentes, de la ejecución de los recursos públicos con fines personalistas o intereses empresariales, corporativos sin límites para responder demandas de calidad en su gestión,  hasta la manipulación de funcionarios públicos.

Pilares como la Fiscalía, la Procuradora General de la Nación, tal accionar genera en la población en la sociedad un rompimiento con la credibilidad del estado, resquebrajan la efectividad de su función; empuja la inestabilidad democrática.

Las líneas, están ligadas a las realidades de las relaciones internacionales de Colombia Estados Unidos; en el triángulo de un conflicto en el teatro de operaciones, hoy en la frontera Venezuela – Colombia, cuya realidad desde los analistas académicos, se movilizan por Venezuela armamento pesado; Colombia exacerba el discurso diplomático, la tradicional hermandad de dos países un solo territorio, desde la Gran Colombia. Socio vital en las exportaciones y el comercio binacional, primer renglón de comercio entre las naciones. Más de siete mil refugiados de guerra transitan, entre las naciones en este solo punto, a lo que se suma de la guerra interna de Colombia.

La única salida para el presidente del Parlamento de Colombia, la Comisión de paz del Congreso, es una salida dialogada, de los conflictos, “la guerra es el fracaso de la vida del estado”. Un acuerdo de paz en el que los actores, las víctimas han terminado como delatores de la guerra, profundiza más el rompimiento del tejido social. El estado mayoritario del gobierno, decidió hacer trizas el acuerdo de paz de Colombia, todos los caminos deben ser transitados para instaurar la paz. A un hay posibilidades. En tal sentido la ley 1620 de justicia de restitución de tierras; el estudio de la cultura de paz, desde las universidades, las practicas imaginativas de paz, pueden ayudar a retejer.

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Parte VIII   

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