Mitos y leyendas en el contexto de Gualmatán (Nariño)
Por: Mariuyeni Ceballos
Respecto a los mitos, el origen de nuestra tierra no lo he escuchado de la boca de nuestros abuelos, puesto que ellos se encaminan hacia el génesis católico, aquello que aprendieron de sus padres, olvidando cómo fue ese relato del origen de nuestro territorio del pueblo de los pastos, que solamente se puede tomar como referencia los textos y algunos relatos que cuentan otros resguardos indígenas que aún reconocen la existencia del Chispas y el Guangas.
Sin embargo, la cosmovisión andina sigue latente en el pensar del pueblo de Gualmatán, especialmente en nuestros abuelos que denotan el temor que le tienen al K’uichig o arcoíris. Ese Cueche como lo conocemos actualmente, en tanto aparece es fuente de huida, pues su acción, así como la lluvia que cae tras su aparición ocasiona brotes en la piel, lo que se conoce como meado del cueche.
Aunque dichas concepciones se han mezclado con la doctrina católica, al tiempo de afirmar que los espantos que anteriormente asustaron a nuestros abuelos son ángeles caídos; es decir, que cuando Dios expulsó del cielo a varios de sus ángeles; algunos cayeron en el agua, convirtiéndose en espantos de las quebradas o duendes; otros cayeron en los callejones, nombrándose luego como los cagones, la viuda, el descabezado, otros son espantos que marchan en lo que se conoce como la procesión de la otra vida. Igualmente, hubo algunos caídos en el monte, siendo los protectores de la naturaleza la vieja del monte, entre otros.
Mi abuela me contó que mi bisabuela cuando era niña, estaba cortando hierba para alimentar cuyes, en tanto escuchó al aproximarse hacia una quebrada donde sonaba una extraña música. Al llegar ahí miró a varios niños (por su estatura debieron serlo), de tez blanca y ojos azules, pese al frío solo llevaban un sombrero grande en su cabeza. Por instinto, ella se fue sin hacer ruido y corrió a casa a comentarle aquello a su mamá. Al escuchar el relato de su pequeña y la descripción que hacía de tan pequeñas criaturas, no pudo más que decir Hija mía, esos niños que dices eran los duendes, fue bueno que tú los vieras primero, de lo contrario, caías bajo su hechizo, el enduendado.
Ser enduendado implica comportarse como es el duende, es decir de acuerdo a su característica principal, por ejemplo si un duende trabajador ve a una persona, aquella a va trabajar exageradamente. Un caso que me contó mi abuelita fue el de una niña que fue a la quebrada por agua, lamentablemente fue vista por un duende enamorado que no la dejaba en paz ni ella quería dejarlo. Cuenta que los padres de la niña estaban preocupados porque ella se escapaba en las noches e iba a aquella quebrada a encontrarse con el duende y pese a que la amarraban a la cama vigilando que no se escapara, siempre encontraba una forma de salir, y en cuanto llegaba a casa, emocionada comentaba a su familia lo bien que la pasaba con la criatura y mostraba los deliciosos dulces que le regalaba (que eran heces de animales). Al final, los padres de la niña la llevaron donde el curandero, quien recetó que untaran el cuerpo de la niña con una pomada de ajo y la envolvieran en un cuero de oveja negra, así permanecería durante algunos días, días en los que el duende la visitó en su casa, la niña en su desesperación decía Pobrecito, está sufriendo el verme así. Suéltenme, quiero consolarlo. Se explica que los duendes odian a las niñas sucias, al cabo de un tiempo ya no se supo de él y la niña recobró su salud.
Sin embargo, han sucedido otros casos que no son para nada afortunados. Aunque en nuestro medio se tiene más noticias de los duendes, hay algunos que aseguran que hay “duendas”, los hombres caen bajo su hechizo, enfermando hasta la desesperación; escépticos como son no acuden rápido al curandero o bien cuando lo hacen es demasiado tarde quedando algunas secuelas en su forma de ser, como si en instantes “estuvieran en otro mundo”.
Actualmente, la presencia de los duendes en la comunidad de Gualmatán ha decaído en gran medida, en parte porque ya no creen en ellos, figuran como simples historias que nuestros mayores inventaban para cubrir el tiempo libre en una época donde no había televisión, o incluso figuran también como un mecanismo de control social, una manera de mantener a los niños en clase sin que se escaparan al monte a jugar. Pese a que no se los ve, hay quienes aseguran que al pasar cerca de una quebrada en horas de la tarde se escucha sonidos de bombos y extrañas risas que vienen desde las hondonadas. Averiguar quién produce dicha música es difícil, puesto que los duendes ante el menor ruido huyen.
La viuda, como el duende, es un espanto que aún asusta a algunos que osan salir en la noche por las calles oscuras. Aunque jamás he escuchado relatos en primera persona pues muchas de las anécdotas en donde aparece este personaje son contados por terceros, eso no deja que la credibilidad se esfume, antes aseguran que efectivamente existe.
Pese a que hay varias versiones de cómo es la viuda, muchos concuerdan en que se aparece como una mujer que la víctima estima mucho (novia, amiga, amante) dirigiéndose siempre hacia lugares oscuros, permitiendo que la sigan hasta que ella voltea y muestra su verdadero rostro. Generalmente, sus apariciones las hace ante hombres borrachos, aunque algunos aseguran que también se aparece a las mujeres pero que no les causa más que el susto.
Relatos hay muchos, hombres borrachos que se han dejado seducir por este espectro y que luego terminan en lugares inhóspitos en un estado de inconciencia. La narración que más predomina es la siguiente: Un borracho que intenta llegar a su casa, circula por calles solitarias y de repente se encuentra con una chica atractiva, él como hombre mismo simplemente la sigue, ya sea porque la confunde con alguien que él quiere o porque sus instintos así le piden. En todo caso, lo lleva hacia un lugar apartado en donde se da la vuelta y le muestra su verdadero rostro: una calavera, un rostro horrible. Si cuenta con suerte, logrará escapar de lo contrario caerá bajo su hechizo, despertando al día siguiente malherido en el monte o de lo contrario ahogado en una quebrada.
Pese a lo que todos puedan pensar, la viuda no solo prefería aparecerse en callejones que conducían a veredas, sino que en el casco urbano también había sitios confluentes como el parque Simón Bolívar y la plaza José María Hernández, lugares conocidos por su energía pesada al anochecer. Sé de un caso (escuchado por un tercero) de un señor que transitaba por el parque en una noche luego de tomarse unos tragos con sus amigos, cuando en la esquina donde antes funcionaba en Colegio San José miró a una señorita, él en sus “sanas facultades” se acercó a ella y empezó a acortejarla, ella sin hacerle caso, se dirigió hacia el estadio y él la siguió. En tanto ella se detuvo, él intentó tomarla por los brazos, pero ella se abalanzó primero sobre él mostrándole su verdadero rostro. El señor estupefacto lo único que se le ocurrió fue santiguarse y decir ¡Santo Dios, protégeme! Ante esto, la mujer que no era otra que la viuda lanzó un alarido y se desapareció, el hombre asustado corrió cuanto más pudo hacia su casa, su esposa que le abrió la puerta tuvo que escuchar el relato de su marido.
Luego de calmarse un poco, ya en cama le venció el sueño, pero más que sueño fue pesadilla. La viuda logró adentrarse en ese estado onírico, nuevamente se abalanzó sobre él pero esta vez fue una advertencia. Agradece que aclamaste a Dios, de lo contrario estarías conmigo.
Un señor (no recuerdo su nombre) me contó la siguiente anécdota que le ocurrió a su amigo: “antes los padres de las muchachas eran jodidos y no dejaban que ellas tuvieran novio, entonces no quedaba más de citarse a escondidas con ellas. Así, Alonso, un amigo mío, en su juventud tenía una enamorada, Blanca (quien ahora es su esposa), se citaban a escondidas siempre cuando ella iba a la quebrada a lavar ropa, ahí sacaba un tiempo para charlar con ella. Un día se citaron en el mismo lugar. Cuando Alonso estaba a la salida del Contadero, miró a una mujer dirigirse hacia un callejón, la miró bien y se dio cuenta de que era Blanca, ¿A dónde se irá? Seguro y me engaña, pensó. La siguió y por más que gritaba para obtener su atención ella no le hacía caso, simplemente se limitaba a seguir caminando, pese a que Alonso iba corriendo le era imposible alcanzarla, hasta que llegó un punto en que la perdió de vista, así que se devolvió por donde había venido.
Pesaroso, triste y confuso se dirigió hacia su casa. Al día siguiente encontró a Blanca y sin que le preguntara ella le dijo: Discúlpame, pero ayer no pude salir. Tuvimos mucho trabajo en la cocina, mi papá tuvo peones. Asombrado, Alonso no podía explicarse aquello. Estaba completamente seguro de que la mujer que había seguido era Blanca, ¿o no?”. Así concluyó el relato, el señor me explicó que aquel ser era sin duda la viuda, que quería dirigirlo a su amigo hacia una hondonada para asustarlo y lo raro era que él no estaba borracho.
Lo que causa intriga es que no solo nuestros coterráneos han visto a este espectro seductor, según me contaba una amiga que un policía le relató un hecho curioso: cierta noche mientras él estaba de turno escuchó en la calle el sonido de unos tacones, se asomó a ver y era una muchacha, pese a que él la llamó no le hizo caso y siguió su camino. Tal como le explicaba mi amiga, de seguro fue la presencia de la viuda la que él observó y su instinto hizo bien en no seguirla, de lo contrario estaría asustado, o peor, del otro lado.
Hay quienes todavía advierten una energía malévola cuando transitan por oscuros callejones, pero contrariamente a lo que harían nuestros antepasados, ellos siguen su camino, sin necesidad de seguirlas o acercarse a ella con buenas o malas intenciones para preguntar ¿qué hace una mujer tan sola caminando a esas horas?
Respecto a la procesión de la otra vida, que es un conjunto de espantos que realizan su desfile el viernes santo y que si alguno es sorprendido por ésta, uno de ellos le ofrecerá una vela que es realmente un hueso humano. Creo recordar que aquel que reciba dicha vela debe encontrar un niño recién nacido sin bautizar y llevarlo a bautizar, de lo contrario, la procesión de la otra vida volverá por la vela y se llevará también a aquel que la ha recibido.
Pese al escepticismo de las nuevas generaciones en tanto a la existencia de estos seres, nuestros mayores explican la falta de actividad de dichos entes por el bullicio y la luminosidad de las calles de nuestro pueblo. Aunque si alguna vez te sorprende la noche en espacios cercanos a quebradas, especialmente en Cuatis, que según algunos significa “lugar duendero y tenebroso”, puedes escuchar un sonido de tambores que se confunde entre el batir de las ramas de los árboles.
Aunque una interpretación reciente, explica que dichos cuentos, anécdotas donde el protagonista es un espectro y un humano irresponsable tienen una explicación lógica: el control hacia un cierto tipo de población. Las historias de duendes (siempre en tercera persona) controlaban a la población infantil de sus escapes de las escuelas para ir a jugar al monte, que las señoritas no demoraran en su quehacer de lavar la ropa en las quebradas; la aparición de la viuda iba dirigida a los adultos especialmente aquellos que osaban frecuentar callejones a altas horas de la noche.
Respecto a la procesión de la otra vida, hay que situar el contexto en que se narraba dicha historia. Resulta que la noche del viernes santo era la única quizás que los padres permitían a sus hijas salir solas, ocasión que aprovechaban sus pretendientes para acortejarlas y nueve meses después nacía una nueva criatura. Para algunos, esta es la razón por la que contaban dicha historia, infundiendo el miedo en los jóvenes, con un único fin: que se dirigieran a casa en tanto terminara la procesión de Viernes Santo.
Otra de las experiencias que pervive en las memorias de los mayores es la viuda, un ser que se aparece a los hombres que frecuentan lugares solitarios; quienes la ven suelen confundirla con una mujer que estiman mucho (enamorada, novia, esposa o amante) lo que les da razón para seguirla, pues les parece inconcebible que frecuenten sitios retirados, imaginando posibles infidelidades.
Aquel que ha tenido un acercamiento de lo más aterrador con este ser, comenta que tras una noche de tragos, en el tránsito de hacia su casa, a lo lejos ve en ella a una hermosa mujer, lo que le da valor suficiente para seguirla, pero no se percata que lo lleva hacia un sitio inhóspito; pese a que la llaman, jamás hace caso. En cuanto la tiene cerca y mira su rostro cadavérico reconoce quien es. Si logra escapar del sopor que le produce, se encomendará a algún santo o a Dios, de lo contrario ella lo retendrá y lo llevará hacia sitios como cementerios o riachuelos, peñascos u hondonadas; lugares de ambientes pesados que le ocasionarán enfermedades como mal de aire o espanto, que de no ser curadas a tiempo ponen en riesgo la salud del afectado.