Esta semana registramos por primera vez en la historia del país, por nuestro trabajo periodístico, el mayor desplazamiento de población ciudadana interna en Bogotá; mil doscientos nativos; trece cabildos indígenas, trece pueblos indígenas, trecientos cincuenta niños, cuatrocientos adultos mayores; han sido desplazados quince veces dentro de Bogotá la capital de Colombia.
La paz se hace trizas.
Desplazados quince veces dentro de Bogotá la capital de Colombia mil trecientas familias. Colombia el país del mundo con mayor desplazamiento interno del mundo.
EL GUERNIKBOGOTAZO
Esta semana registramos por primera vez en la historia del país, por nuestro trabajo periodístico, el mayor desplazamiento de población ciudadana interna en Bogotá; mil doscientos nativos; trece cabildos indígenas, trece pueblos indígenas, trecientos cincuenta niños, cuatrocientos adultos mayores; han sido desplazados quince veces dentro de Bogotá la capital de Colombia. Colombia paso de ser el país del mundo con mayor desplazamiento de su población interna por la violencia, la guerra de más de un siglo; su capital Bogotá Colombia registro hoy el mayor desplazamiento interno en una ciudad urbana, en la capital de Colombia Bogotá D.C.
He cubierto todas las marchas desde 1.988, y las de antes, como ciudadano, como Colombiano, desde entonces, observador, como reportero, como periodista, como investigador, como corresponsal; la que sería la última arista; el final del comienzo de las protestas pro séptima papeleta, la Constitución de 1.991; desde entonces todo cambio para que todo siguiera igual; los asesinatos de líderes sociales, de políticos, de líderes de opinión, de firmantes de la paz, de desmovilizados, de pueblos enteros. Eran cada vez más visibles, ante los medios de comunicación; se registraban, el clamor nacional, se reclamaba, se accionaban los mecanismos de ley, pero nunca ha habido unos culpables de fondo, ni respuestas de fondo, que satisfagan a la opinión pública a todos los colombianos; responsables sin culpables, o responsables a medias; el fin, dar la impresión que la justicia cojea pero llega, pero nunca proporcional a lo que los daños causados y las demandan exigidas en derecho, en derechos humanos, en derechos civiles, en el marco de una democracia.
Las marchas continúan, sin cesar, la carrera séptima de la urbe de cemento, es la memoria histórica, de ello; el día del trabajo, el paro contra los malos salarios de los trabajadores, el paro de los profesores, el paro de los estudiantes, el paro del sector médico, el paro de los trasportadores, el paro de los taxistas, el para por la paz, el paro contra la paz, el paro del paro; todo sigue igual y peor. Todo cambia para que todo siga igual. Personas, golpeadas, jóvenes atropellados por las autoridades; cientos, miles, millones de personas retenidas; una escalada que cada vez más eleva los daños físicos, psicológicos sociales a la sociedad colombiana; el descredito de las autoridades, la ausencia de políticas públicas que real mente fijen un marco de acciones del estado en lo local, distrital, departamental, regional y nacional; real, profundo que dé solución a más de un siglo de fusilamientos, asesinatos selectivos; el descredito institucional es total, en las localidades de la ciudad, las juntas de acción comunal, se desconocen, las Juntas de Acción Local, no generan cambios o transformaciones en lo barrial, zonal, local; el Concejo de Bogotá, cada vez es más ausente, enredado en carteles que se roban el erario público en su totalidad en la ciudad, el cartel o carrusel de la contratación, se robó a la ciudad y ahí está el Concejo de Bogotá, órgano político; no aporta al equilibrio y el balance social; el mecanismo del Plan de Ordenamiento Territorial POT se desdibuja por los intereses; los representantes a la cámara y senado por la capital brillan por su ausencia; componentes políticas, pleitos, denuncias, demandas por captación y robo del erario público. En el ministerio de comunicaciones, hoy Min tic, ministros, a nivel nacional que embaucan a los municios en contratos de agua, que endeudan los municipios dejándolos al cien años de soledad, miseria, pobreza, hambre, y profundización de la guerra; «intereses amarrados» como les dicen aquí; la administración distrital de espaldas a la ciudad, sin autoridad, frente a la policía en su calidad de responsable; quien preside la autoridad el alcalde mayor de la ciudad, le es negado su condición de primera autoridad; la ciudad se militariza, los más vulnerables de los barrios de los cuatro puntos cardinales se han tomado las calles de la carrera séptima, sobrevivientes de cien años de desplazamiento, de la locura de la guerra en las regiones, en medio de harapos, cosas viejas, y presa del micro tráfico, la escala perfecta del paramilitarismo, piden limosnas por su cachivaches.
Los derechos civiles, se espantan ante los actos terroristas; el modelo de campos de concentración en que se ha convertido poco a poco, clandestina mente y de forma hasta natural, la miseria y la pobreza en la urbe, la Atenas suramericana en lo nacional en lo local y en lo regional, distrital; basta leer los cubrimientos de prensa internacional, los fallos de los organismos internacionales, los de la Jurisdicción Espacial para la Paz – JEP, los registros de los Consejos de paz, Distrital, Nacional, Internacional del Congreso de Colombia, de la Comisión de paz, del supra modelo del acuerdo de paz, elogiado a nivel mundial y respaldado con millones de euros, dólares, pesos, donde el estado social de derecho desde el estado nación, es una contradicción a ese acuerdo, secuestrado, encarcelado, desaparecido, asesinado, sometido a destierro, perseguido, torturado, violado, masacrado, hecho trizas, con asesinatos selectivos y sistemáticos. Con total desconocimiento a la JEP Jurisdicción Especial para la Paz, los espacios de Cooperación para la paz, más de veintinueve organizaciones de la sociedad civil Internacional, Caritas Suiza, el Comité Noruego de Solidaridad con América Latina, todas y todos, miles millones de colombianos, en el territorio nacional, en el exterior; incapaces ante la máquina de la muerte, la masacre, un verdadero campo de concentración de la muerte y el destierro en el siglo XXI.
De lo particular a lo general; esta semana registramos por nuestro trabajo periodístico; el mayor desplazamiento interno en una capital, mil doscientos nativos, trece cabildos indígenas, trece pueblos indígenas, trecientos cincuenta niños, cuatrocientos adultos mayores, han sido desplazados quince veces dentro de Bogotá, la capital de Colombia. Colombia paso de ser el país del mundo con mayor desplazamiento de su población interna por la violencia, la guerra de más de un siglo; a que su capital Bogotá Colombia registre el mayor desplazamiento interno en una ciudad urbana, en la capital de Colombia Bogotá. La capital camina hacia una década de reclamos, una olla de presión, una represa por venirse cuesta abajo, sobre la metrópoli; demandas civiles en el orden de los derechos humanos, los derechos civiles, los derechos ambientales, los derechos en educación de calidad, en salud, en vivienda, calidad de vida, en suma, un estado de bienestar y prosperidad que no aguanta más promesas de campaña, más paliativos que esconden la corrupción de unos pocos que se roban el país, y viven en el exterior con ciudadanías de esos paraísos fiscales; multimillonarios cobijados por aliados internacionales, corporaciones multinacionales, en los que tienen asegurados cargos ejecutivos, después de haber torcido las leyes del país, y de entregarles contratos multimillonarios a explotación, miseria del pueblo colombiano, como Odebreht, son la punta del Iceberg en el último medio siglo de multinacionales, que le han torcido el cuello a la democracia colombiana, con contratos deshonestos y ventajosos aplaudidos por el congreso mafioso, para militar que trabaja para sus intereses.
Democracias del modelo contemporáneo, que se correspondan con la riqueza de países que califican a las naciones pobres de tercer mundistas, patios traseros, países atrasados, sudacas, ya, ni como sur americanos; firmando contratos de libre comercio que esclavizan a los países pobres a la miseria, a la pobreza, a la supra explotación minera; minería a escala, hasta agotar las reservas, mineras, petroleras, de gas, de agua, y hasta de aire limpio.
Bogotá registro como todos y cada uno de los colombianos, lo grabo con sus dispositivos móviles, con sus celulares, con sus cámaras, el asesinato de profesionales del derecho, de defensores de derechos humanos, de líderes sociales, de jóvenes, de mujeres, niñas violadas, secuestradas desaparecidas; una generación. Esta generación de jóvenes, ha sido marcada, como todas las anteriores, pero fragmentada mente en distintos lugares del país, en diferentes, pero con idénticos móviles de segregación y exclusión social. Acallar los reclamos, por la injusticia, por el robo de las tierras por terratenientes y con el concurso de multinacionales, para la supra explotación minera, energética, el desarrollo industrial ganadero a gran escala; los intereses mafiosos de políticos, el narcotráfico; el para militarismo como un escudo de represión, que protege intereses megalómanos de poder y riqueza, de concentración de tierras fértiles. De la instalación de la máquina de guerra, del terror, del miedo, para la toma del estado social de derechos en la privatización de los derechos civiles; esta generación de jóvenes, ha sido marcada, disparado en su rostro, amputado un ojo, asesinados en las calles, humillados y señalados, como los mártires de la libertad liberal, del progresismo de 1.810. Han sido estas generaciones culminadas al paredón, desdibujando las demandas de un país entero, en las regiones, en los departamentos, en los municipios, en las localidades en el territorio en la Colombia profunda. La firma del acuerdo de paz, fue un bálsamo, un pare en el camino; con resultados contundentes; al hospital militar de Colombia en Bogotá, no llegaron más, mutilados, más heridos más colombianos víctimas de la guerra.
Ahora la escalada de la muerte vuelve a tomar su vuelo, los jinetes de la muerte retornar con más sed de sangre, con más sevicia, con más odio y rencor, con más miedo; estos mil trecientos indígenas, llevados a la indigencia urbana, nativos milenarios, del Choco del Atrato Truandò, de la Sierra Nevada, de la Orinoquia, de la Amazonia, de Nariño, son la muestra de lo que pasa en el país de cien años de soledad; vivir en las noches de aguaceros torrenciales en Bogotá, en el cemento y el barro del parque nacional, un símbolo de la fundación de esta ciudad capital; son los pueblos Emberà katio, Chamì, Dobidà, Inga, Nasa, Katio con setenta cinco mujeres en estado de gestación de embarazo, duermen a sus niños; las generaciones nuevas de Colombia, que elevan sus lágrimas, en medio del sector exclusivo apartamentos de más de mil trecientos millones de pesos, en el centro internacional de Colombia.
Por: Fernando Ballesteros Valencia
Periodista Comunicador Social Investigador
Clustertv.net Prensa Internacional
Centro de Investigaciones y comunicaciones para Iberoamérica / Factor Colombia