CATATATUMBO “La Casa del Trueno” BARI (Lengua Nativa Bari) MÁS ALLÁ DE LA ESTIGMATIZACIÓN EL BAJO CATATUMBO

MÁS ALLÁ DE LA ESTIGMATIZACIÓN

CATATUMBOLa Casa del Trueno” BARI (Lengua Nativa Bari)

EL BAJO CATATUMBO

La siguiente parada en el recorrido nos lleva a una zona de agitados cielos, lo cual explica por qué sus habitantes originarios, el pueblo Barí, la llamaron “Catatumbo”, “la casa del trueno” en su lengua. Se trata de una amplia región binacional que se extiende a lo largo de la cuenca del río que lleva su nombre, entre la Cordillera Oriental colombiana a la altura del departamento de Norte de Santander y el lago de Maracaibo en el occidente venezolano.

Nuestro lente se posará en el Bajo Catatumbo, específicamente en Tibú, un municipio de territorios tan agitados como sus cielos, en los que han convergido las resistencias de sus pobladores con las hostilidades del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército Popular de Liberación (EPL) por el control territorial y el usufructo de sus riquezas.

Este texto girará en torno al recorrido que realizamos en septiembre de 2016 desde la vereda San Miguel, en el sur del municipio, hasta el corregimiento de La Gabarra, en el norte del mismo. Tres días de viaje que dieron cuenta no solo de lugares específicos del horror sino también de la transformación del paisaje producto de la llegada de diferentes proyectos económicos a la región. En muchas ocasiones la presencia de la industria petrolera y de la palma de aceite explican la ausencia de la ganadería y la agricultura, actividades preponderantes años atrás. Los testimonios también dan cuenta de una memoria colectiva donde se relaciona el inicio del proyecto palmero y su posterior auge con la llegada del paramilitarismo y con los proyectos de sustitución de cultivos ilícitos.

Los paisajes de este recorrido son el resultado de un proyecto nacional de desarrollo consolidado en un territorio en disputa.

Andar cada lugar significó prestar atención no solo a las historias y a la imagen sino también a los sonidos del paisaje para entender lo que estos elementos en conjunto podían decirnos sobre lo que había pasado en este territorio.

Allí, donde las narrativas ilustraban una memoria sonora específica como el sonido de helicópteros, disparos, animales que ya no están y silencios determinados por el miedo a hablar, hoy las memorias nos invitan a escuchar otro tipo de sonidos que pueden ser contrarios a los de la guerra: en la pista de aterrizaje donde llegaban los helicópteros de los paramilitares ahora solo se escuchan pájaros; en las casas de tortura hoy hay sonidos de los vientos y del movimiento de la maleza adueñada del pasado; en los ríos donde transitaban distintos actores armados solo se escuchan los motores de las lanchas y risas de niños y niñas que se bañan en el río frente a sus comunidades.

Durante los tres días de recorrido pudimos identificar lugares que han sido resignificados por las víctimas, otros borrados y silenciados por el paso del tiempo, y unos cuantos que aún mantienen vivas las huellas de la guerra.

Dividimos el recorrido en tres momentos, uno por cada día de viaje. El primero lo hicimos a lo largo de la carretera Astilleros-Tibú, desde el punto de La Llana hasta la cabecera municipal. El segundo día lo iniciamos en Tibú y lo finalizamos en el corregimiento de La Gabarra. El último fue un recorrido en bote desde La Gabarra, siguiendo el cauce del río Catatumbo, hacia arriba (hasta San Miguel) y hacia abajo (hasta Kilómetro 60).

Como punto de partida es pertinente anotar que, si bien las huellas más visibles de los horrores de la guerra en el Bajo Catatumbo son relativamente recientes (principalmente de los años de recrudecimiento del accionar de los grupos armados entre 1999 y 2004), las raíces del conflicto en la región son mucho más profundas y están atravesadas por violencias, despojos y resistencias previas en las cuales podemos hallar las razones que explican por qué esta región fue, y continúa siendo, un territorio en disputa.

Exploraremos cinco momentos en la configuración del Bajo Catatumbo como “zona roja” de la geografía colombiana: dos se remontan a la época de la colonización de la región, mientras que los tres restantes se entrecruzan con los años de violencia en el marco del conflicto armado reciente. Nos referiremos de manera breve a la colonización del Bajo Catatumbo; las resistencias de la sociedad civil; la minería, la agroindustria y la coca; la proliferación de los actores armados en la región; y los años recientes. El panorama en conjunto da cuenta de un continuum de imposiciones y resistencias en el marco de un conflicto de larga duración que, aunque cambiante, permanece hoy inconcluso.

Con estos elementos presentes contaremos con mayores herramientas para entender e interpretar las huellas, los sonidos y los silencios que nos mostraron los paisajes de Tibú a lo largo de este recorrido.

Durante el primer día de recorrido transitamos los 116 kilómetros que conectan a Cúcuta con la cabecera municipal de Tibú, un importante corredor que comunica el Bajo con el Medio Catatumbo. En las últimas décadas este corredor se constituyó como un escenario de disputa de diferentes grupos armados que veían en su control importantes ventajas estratégicas, económicas y militares.

Los primeros controles en la zona tuvieron lugar con la llegada del Bloque de Guerra Nororiental del ELN, que realizó retenes a lo largo de la vía para abastecer a sus tropas de alimentos y otros productos.

Durante los años setenta y ochenta hicieron presencia también el Frente Libardo Mora Toro del EPL y el Frente 33 de las FARC, los cuales dirigieron sus acciones principalmente contra los grandes propietarios de la región. “De este período se recuerdan las primeras muertes en Campo Dos, zona ganadera, cacaotera, con mucha prosperidad, con las mejores tierras de propiedad de foráneos y algunos locales. En las veredas de La Soledad, Campo Giles y La Llana se disparó el secuestro, las extorsiones y el roboa a ganaderos Centro Nacional de Memoria Histórica , (2025) Con licencia para desplazar. Masacre y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo, CNMH Bogota, pagina 53. Como resultado de estas acciones tuvo lugar una primera ola de desplazamiento en el territorio que fortaleció la presencia guerrillera.

A finales de la década de los noventa tomó fuerza la economía cocalera con la llegada del Bloque Catatumbo de las AUC quien, tras su violenta arremetida, tomó el control de esta zona y empezó a regularla por medio de retenes, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas y masacres.

Hoy estos caminos continúan siendo la principal ruta para entrar y salir del Bajo y Medio Catatumbo, pero sus paisajes y su gente parecen no ser los mismos de antes. La agricultura dio paso a la agroindustria, por lo que en las extensas y productivas planicies de la zona ahora se ven cultivos de palma. Por otro lado, si bien los años más cruentos de la presencia armada en la zona parecen haber quedado atrás, la zozobra de quienes viven y transitan sus caminos no parece haber cesado del todo; la militarización del territorio por parte del Ejército y la presencia del ELN, el EPL y nuevos grupos armados se debaten actualmente en una tensa calma a lo largo de la conocida vía Astilleros-Tibú.

La Balera – entrada La Llana

La Balera está ubicada entre Ambato y San Miguel. Es conocida como la “Ye” de La Llana pues, como se puede ver en la imagen, es un punto donde se puede seguir hacia Tibú (por la derecha) o entrar a La Llana (por la izquierda).

Debido a su ubicación, la guerrilla y los paramilitares usaron este punto para controlar la entrada y salida de personas desde y hacia el Bajo y Medio Catatumbo. Las narraciones compartidas este día por los habitantes tendieron a visibilizar los hechos perpetrados por los paramilitares y no de la guerrilla. Es importante tener en cuenta que la guerrilla del ELN continúa haciendo presencia permanente en la zona.

Las personas de Catatumbo recuerdan que el ELN salía espontáneamente, se apoderaba de carros lujosos y tomaba provisiones de alimentos para distribuirlos en los campamentos internos que tenían en la selva. Esta era la zona de aprovisionamiento de la guerrilla antes de la llegada de las AUC. Además, cuando tenían lugar los paros armados, el ELN realizaba retenes para limitar el acceso al territorio y emboscadas para impedir el acceso al Ejército.

Posteriormente, en la “Ye” se instauró el retén más importante de la carretera durante los cinco años de presencia del Bloque Catatumbo de las AUC. Las personas que transitaban la ruta eran indagadas por los paramilitares quienes decidían si estas podían seguir o si debían quedarse bajo la sombra de un árbol. El árbol aún guarda las huellas de las balas y los machetazos que dejaron los años de la violencia.

Con lista en mano, los paramilitares tomaban a la gente como rehén para llevarla a La Llana. Esperaban a tener varias personas para subirlas al camión que se parqueaba junto al árbol durante el día. Los habitantes narran que la mayoría de ellas fueron asesinadas y botadas al río Sardinata en dos puntos: Finaria y La Cabaña. “Un compadre mío que tenía una finquita la vendió por eso, porque al comenzar el día se asomaba y había 10 o 12 huecos, y al otro día ya estaban tapados. También había fosas comunes. Luego el río bajó, el río avanzó y se llevó todos  esos» CNMH, hombre adulto, testimonio, Tibu 2026,

Otro habitante narra que la zona transitada era un lugar de muerte selectiva de la guerrilla. [Posteriormente] cuando llegan los paramilitares siguen la dinámica del retén, pero cambió porque era un retén de control específicamente de los que vienen del Catatumbo Bajo o van a penetrar al Catatumbo. Es decir, acá llegaba usted y era como un retén del Ejército: [los paramilitares decían] muestre su cédula, miraban el listado y automáticamente decidían si sigue o no sigue. Quien trae droga se queda.CNMH, hombre adulto, testimonio, Tibú, 2016.

Para muchos era conocido como “el retén de la coca”.

El quiosco de Finaria

Llegamos a Finaria, un caserío ubicado a tan solo diez minutos de la “Ye”. Allí nos encontramos con el quiosco, uno de los lugares de memoria del horror que recordaron las personas que acompañaron nuestro recorrido.

Este lugar que mantiene su estructura ha sido resignificado por la comunidad. Durante la presencia paramilitar el quiosco fue el punto de acopio y pago de la coca. Según los testimonios, este lugar tenía vidrios y aire acondicionado. Los habitantes de la zona recuerdan que para no ser emboscados por la guerrilla, los paramilitares traían la estopada en helicóptero, es decir, los bultos de dinero destinados al pago de los trabajadores y comerciantes de coca.

Aunque este lugar no representa un escenario donde se ejercieron repertorios de violencia que lo haya marcado como un lugar de horror, sí nos sugiere que la presencia cotidiana de los paramilitares en Finaria fue contundente por el mismo negocio de la coca. El quiosco está inscrito en la memoria de sus habitantes como un lugar que configura el paisaje de la violencia de Finaria.

Los paramilitares se instalaron en Finaria durante cinco años y allí convivieron con las personas que se negaron a desplazarse de su territorio. La coca que se recolectaba salía en carros por lo que debían tener completo control de la carretera que unía a Cúcuta con el Bajo y Medio Catatumbo.

En la actualidad el quiosco es un espacio de fiesta y reuniones comunitarias.

Finca La Cabaña

La Cabaña está hoy en día habitada por una familia. Sin embargo, años atrás fue usada por los paramilitares como lugar de tortura. De las veredas aledañas eran trasladadas personas estigmatizadas de pertenecer a la guerrilla o señaladas de cometer acciones que fueran en contra de las reglas impuestas por este grupo armado. La finca estaba ubicada frente a la pista de aterrizaje, lugar clave para las dinámicas de la guerra de las AUC.

Pista de aterrizaje

Justo frente a la finca La Cabaña está ubicado lo que muchos recuerdan como la pista de aterrizaje de las AUC. Durante la presencia paramilitar la dueña del terreno tuvo que cederlo para las actividades cotidianas de la guerra y del negocio de la coca. En esta pista aterrizaban helicópteros dos o tres veces a la semana con distintos tipos de cargamento. El principal era el transporte de bultos de dinero en efectivo para el pago a los vendedores de la base de coca. Otro de los usos era el transporte de comandantes de alto nivel de las AUC como Salvatore Mancuso a quien afirman haber visto aterrizar por lo menos tres veces. Así mismo, según narraciones de los pobladores, esta pista también era usada para el traslado de trabajadoras sexuales para las tropas de las AUC ubicadas en el Catatumbo: “Traían viejas de Medellín, viejas prepago, modelos que yo las miré, iban para los comandantes. Aquí las baja[ba]n en taxi y las llevaban pa’l Catatumbo y luego las volvían a traer y las botaban aqui» CNMH. hombre adulto, testimonio, Tibu 2026″ Por último, también se mencionó que los helicópteros traían paramilitares heridos en combate y los dejaban en la pista para ser trasladados a los puestos de salud de las AUC.

Puente río San Miguel

A quince minutos de Finaria se encuentra el puente del río San Miguel, recordado por la población como un lugar del horror. Los paramilitares traían hasta este puente a las personas, las mataban, las dejaban un tiempo a la vista de todos y luego las arrojaban al río. “Era una forma de dejar [el cuerpo de su víctima] ahí tirada para que la gente lo viera para aterrorizar a la gente. Pasar por el puente era un temor. Aparte de eso, en las orillas comienzan a dejar muertos, los matan pero no los botan al río, sino los dejan acá para que los viera»  CNMH. hombre adulto, testimonio, Tibu 2026″

Según los testimonios, los paramilitares lanzaban al río San Miguel a las personas que tenían en sus listas y/o a quienes detenían en la “Ye” de La Llana o en el retén que hacían en este punto. “En la mañana venían y ya sabían en qué copetrana Forma de referirse a los buses de transportye intermunicipal.venían y uno ya sabía. Apenas lo bajaban se lo llevaban pa’ San Miguel. Ahí en la entrada sacaron a mucha gente, demasiada y aquí no se diga CNMH. hombre adulto, testimonio, Tibu 2026″

Corregimiento Petrólea

A seis kilómetros de la “Ye” de La Llana está ubicado el corregimiento de Petrólea, municipio de Tibú, donde el 13 de enero de 2012 las FARC activaron una bomba que tenía como objetivo destruir la estación de policía. La bomba no dio en el blanco y el corregimiento entero, a excepción de la estación de policía, quedó en ruinas. Cuatro años después el pueblo fue reconstruido por sus propios habitantes.

En la casa, frente a la que se parqueó el carro que explotó, murieron tres personas, entre ellas un menor de edad, una mujer adulta y una joven. Los hijos de la mujer que murió en el atentado han ido reconstruyendo la casa poco a poco y en la medida en que sus recursos se lo han ido permitiendo. Uno de los hijos fue enfático en decir que la casa no puede ser una ruina porque quieren recordar a su madre viva y la casa hace parte de ese recuerdo.

Corregimiento Campo III

Por la carretera principal que se dirige hacia el casco urbano de Tibú, a 17 kilómetros de Petrólea, está ubicado el corregimiento Campo Tres, el cual fue vaciado en 1999 tras el ingreso de los paramilitares.

Con pocas palabras y mucho temor de conversar con nosotros, las personas resaltaron sus luchas históricas por la tierra y los problemas que están teniendo con la titulación de los predios.

Cuando preguntamos por los lugares del horror hubo un rotundo silencio. El corregimiento aún permanece bajo la vigilancia del ELN. No obstante, cuando salimos del lugar donde nos sentamos a conversar, las personas señalaron el puente como un lugar permanente de retén de las AUC y en el que fueron asesinadas varias personas. También señalaron en voz baja que las casas y fincas habían sido usadas como campamento por el ELN, el EPL y las AUC.

Aunque algunos habitantes retornaron un año después del desplazamiento de 1999, aún hay muchas casas deshabitadas y poco tránsito de personas.

Corregimiento Campo Dos – laguna La Soledad

Muy cerca de Campo Dos se encuentra ubicada la laguna La Soledad. A pesar de que no contamos con testimonios de habitantes de la zona, el sitio fue referenciado en varios momentos como una fosa común creada por los paramilitares del Bloque Catatumbo de las AUC.

En un taller de memoria realizado en el marco del proyecto de investigación Catatumbo: memorias de vida y dignidad que adelanta el CNMH, algunos participantes mencionaron la existencia de un árbol de mango al cual identificaron como escenario de asesinato y tortura.

Habitante de Campo Dos 1: Tenemos este lugar llamado aquí “El palo de mango”. El palo de mango es un lugar que es como de terror. En este lugar en donde a más de una persona mataron, los agarraban y pal palo de mango; allá llegaban, allá los amarraban…

Moderadora: ¿Dónde-está?

Habitante de Campo Dos 2: Acá a pocos pasos del cementerio de Campo Base, en la bajadita esa. Entonces este lugar es un lugar casi que ni de mencionarlo porque le da a uno hasta miedo. En ese tiempo decían los que estaban en Llano Grande “yo antes de las seis me voy yendo porque me da miedo pasar por ese palo de mango”. Algunos decían que asustaban, aunque yo creo que los muertos no salen, pero el decir era que asustaban. Entonces miren, miren que hay lugares por ejemplo donde han pasado tantas cosas ¿cierto? Asesinatos, donde han llevado a gentes inocentes que las han matado, y no solamente este lugar porque hay muchos lugares donde acabaron con mucha gente; por ejemplo, ese lugar de la cancha hacia abajo, allá en ese nuevo cacao, allá quedó más de una persona asesinada, sí.

En el segundo día recorrimos la carretera destapada que conduce de la cabecera municipal de Tibú al corregimiento de La Gabarra. Dejamos atrás un paisaje de preponderantes cultivos de palma aceitera para adentrarnos en el corazón de la industria petrolera del Catatumbo.

A través de los 55 kilómetros transitados fue posible evidenciar paisajes que dan cuenta de un territorio desarrollado en torno a la explotación del hidrocarburo, un recorrido que muestra una larga historia de disputas que se dieron desde el poblamiento mismo de sus veredas y corregimientos, pues a sangre y fuego se expulsó y aniquiló a las comunidades indígenas Barí que previamente habitaron la zona.

Incluso, la carretera por la que transitamos fue trazada como una herida sobre las selvas de un territorio habitado para entonces por el pueblo indígena Barí. Esta vía fue inaugurada en 1957 como evidencia de la consolidación del proyecto petrolero que desde entonces marcó las vidas de quienes habitaban la zona del Bajo Catatumbo.

El primer grupo armado en llegar a la región fue la guerrilla del ELN. Desde la década de los sesenta su Frente Carlos Armando Cácua Guerrero dirigió repetidas acciones en contra de la industria petrolera y se manifestó frente a los abusos que soportaban los trabajadores. Esto hizo que el ELN se ganara la simpatía de este gremio que llevaba años manifestándose en contra de las difíciles condiciones que les eran impuestas por las empresas petroleras en medio del silencio cómplice del Estado colombiano. A pesar de ello, y a medida que avanzaron las acciones violentas del grupo armado, las afectaciones de las mismas sobre la sociedad civil hicieron lo propio, lo cual puso en evidencia que las reivindicaciones de ambos sectores no eran las mismas.

Las FARC, por su parte, hicieron presencia en la zona entre la década de los setenta y la de los ochenta. Al final de este periodo la proliferación de los cultivos de coca tornó más fuertes y violentas las acciones de los grupos guerrilleros que, con la llegada de diferentes carteles de droga, buscaron controlar a toda costa el lucrativo negocio que tenía lugar en medio de diferentes condiciones favorables: una amplia línea fronteriza con Venezuela, un corredor estratégico que comunica a Arauca con la Costa Atlántica, una débil presencia del Estado, un campesinado empobrecido sin posibilidades para sembrar productos de pancoger y unas muy propicias condiciones ambientales.

Puente de Socuavó

Este puente está ubicado en la vereda de Socuavó. En 1999 el EPL interceptó al Bloque Catatumbo cuando quiso incursionar en el corregimiento de La Gabarra y puso una bomba en el puente para obstruirle el paso. El grupo paramilitar se vio forzado a detenerse y no pudo llegar el día de mercado a La Gabarra. Después de los hechos, el Bloque Catatumbo tomó control de este punto y estableció un retén para controlar el paso de quienes se acercaban a La Gabarra. Fue en este lugar donde se dieron los primeros asesinatos selectivos por parte de las AUC y hasta el día de hoy es un sitio emblemático en el que se llevan a cabo diferentes conmemoraciones.

Sede Educativa Palmeras Mirador – El Taladro

Las instituciones educativas en el país representan un lugar simbólico para las comunidades ya que es desde allí donde se tejen parte de los lazos sociales. La memoria de los habitantes de Catatumbo evoca con particular énfasis las estrategias desplegadas por los actores armados para arrebatarle a las comunidades un espacio simbólico de convivencia. Es así como la escuela se convirtió en un lugar de convergencia y síntesis de las múltiples afectaciones que produce un conflicto armado prolongado como el que todavía se vive en la región. Estas consideraciones, y el hecho de que las escuelas constituyeran un lugar de disputa estratégico para los actores armados, permiten comprender las graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario y a los Derechos Humanos de niños, niñas y adolescentes.

No obstante, una vez registradas en medio de una guerra entre diferentes actores armados, las escuelas también constituyeron espacios desde donde se configuraron estrategias de resistencia al conflicto, de la mano de los esfuerzos de sus docentes y de la comunidad educativa.

La sede educativa Palmeras Mirador está ubicada a 20 minutos de la vereda Caño Indio y guarda dentro de sus instalaciones marcas visibles de la presencia de las FARC-EP en la zona.

Durante los años de presencia paramilitar, la escuela se convirtió en un espacio de combates entre la guerrilla y las AUC. Los tiros perforaron las tejas de zinc de los techos y el metal de la puerta principal, la cual fue reemplazada hace pocos meses. Los grafitis de las FARC están expuestos en las paredes principales de los dos salones con los que cuenta la sede. Hay camisetas militares camufladas en la arena, casquetes de balas y granadas que los niños han recogido, y agujeros en las paredes de los salones.

Las AUC patrullaban constantemente y se quedaban en esta instalación educativa para escudarse. Los maestros que trabajaron durante este periodo (1999 – 2005) fueron señalados de guerrilleros, por lo que se vieron obligados a desplazarse.

Actualmente en la escuela, a pesar de no contar con agua ni luz, estudian 19 niños y niñas.

Vereda Vetas Central

La vereda Vetas Central se convirtió en otro de los puntos donde los paramilitares se asentaron para asegurar el control y dominio de la zona. Como todos los anteriores, Vetas Central está ubicada al borde de la carretera que se dirige hacia La Gabarra.

Allí tomamos fotografías a la finca principal en la que residieron los paramilitares, desde donde pudieron tener una visión panorámica del pueblo y tener el control de los carros que se acercaban. El retén en este punto era permanente y lo usaban para identificar a posibles guerrilleros.

Desde la finca se tenía absoluta visibilidad del lugar que seleccionaron para el aterrizaje de sus helicópteros.

El árbol de mango de la finca se convirtió en el principal lugar de tortura. Este árbol representa para algunas personas de la comunidad un lugar del horror ya que cuando las personas eran torturadas en este punto, el pueblo podía ver desde abajo. 

Cementerio La Gabarra

Después de la masacre del 21 de agosto de 1999 en La Gabarra, el cementerio central se convirtió en el principal contenedor de fosas comunes. En 2006 el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía (CTI) realizó 16 exhumaciones en este lugar. Después de realizado el trabajo, la fosa común fue sellada con cemento. Hoy, después de más de diez años, se puede ver la placa de cemento al lado izquierdo de la capilla.

Los habitantes de La Gabarra señalan que también fueron exhumados los cuerpos de algunos paramilitares enterrados allí, pero sus tumbas aún están marcadas con sus alias.

Tras su llegada al Bajo Catatumbo en los últimos días de mayo de 1999, las AUC se abrieron camino hacia el norte de Tibú realizando múltiples masacres, asesinatos selectivos, torturas y retenes, y forzando desplazamientos a lo largo de las carreteras por las que transitamos en este recorrido.

El 21 de agosto de ese año este grupo armado hizo su ingreso definitivo a La Gabarra, donde perpetró una nueva masacre y, tras ocasionar el desplazamiento de la mitad de la población bajo las órdenes de Armando Pérez Betancourt, alias Camilo, se confinó dentro del corregimiento. La Gabarra se convirtió en el principal centro de operaciones de las AUC.

La vida de quienes permanecieron en el corregimiento cambió dramáticamente con la presencia del Bloque Catatumbo. Los sentidos de sus caminos, las actividades cotidianas, los usos de sus viviendas, de su río, entre otros, fueron marcados con la impronta del horror.

Los paramilitares marcaron las casas con números que definían el lugar de vivienda de “sus nuevos propietarios” y hasta el día de hoy “sus dueños no quieren ocuparlas porque saben que fueron usadas por sus victimarios como residencias, casas de tortura, sitios de diversión, oficinas o sedes de procesamiento de drogas ilícitas o destrucción de bienes de vecinos, amigos y conocidos » Centro Nacional de Memoria Historica , (2025). Con licencia para desplazar. Masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo, CNMH, Bogotá, página 126.

Hotel El Río

El día de la masacre, el 21 de agosto de 1999, los paramilitares entraron al Hotel El Río donde se hospedaban comerciantes y vendedores. Sin previo aviso dispararon de manera indiscriminada y asesinaron a todas aquellas personas que se encontraban en las habitaciones, los corredores y los baños.

El hotel es hoy recordado por los habitantes del corregimiento como un lugar de memoria del horror. Según la información recolectada, solo una persona sobrevivió ese día, pues subió al techo del hotel y se escondió en el tanque de agua.

El río Catatumbo nace en el Cerro Jurisdicciones, municipio de Ábrego, y hace parte de la identidad de los catatumberos y las catatumberas porque atraviesa prácticamente todos los municipios de la región. Es un afluente que está relacionado con los acontecimientos humanos, sus ideas, culturas y usos de la naturaleza, por lo que ha sido decisivo en la configuración de las actividades humanas. Para los habitantes de La Gabarra y sus veredas el río significa agua, pesca y vía de transporte; pero también es contaminación, cementerio clandestino de miles de cuerpos que nunca se recuperaron y recuerdo de especies de peces que ya no existen. Por eso, después de 10 años entre la vida y la muerte, el río aún conserva algunas de las huellas de la guerra.

Tomamos un bote río arriba y río abajo para registrar las bases paramilitares y los lugares más representativos del horror para cuatro habitantes de la región que nos acompañaron. Aunque visualmente estos lugares no dan cuenta del horror, los testimonios e historias de estas personas nos ayudaron a registrar la memoria de los significados atribuidos a cada lugar.

El río se convirtió en un espacio de permanente disputa, lo cual causó temor en las personas que lo transitaban. Con retenes, fincas de tortura, bodegas de almacenamiento e infraestructuras de vigilancia, los paramilitares lograron controlar no solo lo que pasaba por tierra firme, sino también lo que fluía por el río: muertos que no podían ser recogidos, botes de los pobladores, comida que se transportaba, entre otros. De acuerdo con los testimonios, el río mismo sufrió de primera mano la violencia del Bloque Catatumbo, pues este llegó a lanzar bombas sobre su cauce con el objetivo de agilizar los procesos de pesca.

Pero andar por el río nos hizo entender que la memoria no solo está determinada para hablar de la presencia de actores armados sino también de otro tipo de actividades humanas que han aportado a la contaminación y transformación del río, como el derramamiento de crudo que ha causado la desaparición de animales como las nutrias, los pájaros, los peces (la lucía, la doncella) y los caimanes. Incluso, este afluente también fue funcional para los habitantes pues muchas personas huyeron por el río antes de que los paramilitares pusieran retenes alrededor de la cuenca.

El Catatumbo: un río de memoria y dignidad. En agosto de 2009 la Pastoral Social, la Asociación Minga y el Comité de Integración Social del Catatumbo (CISCA) se organizaron para hacer un homenaje a las víctimas y conmemorar los 10 años de la arremetida paramilitar. Estas instituciones decidieron apoyar un ritual de sanación, “pedirle perdón al río, dignificar a las personas que fueron arrojadas al río que no se les pudo dar un entierro digno y aquí se ubicó la placa emblemática para recordar los 10 años de la cuestión paramilitar y de la primera masacre ocurrida en agosto de 1999 «CNMH, habitante de la región, testimonio, Tibu, 2026. testimonio. Tibu. 2026.

Base paramilitar en Puerto Guadua

El recorrido inició río arriba. El primer punto que identificamos fue la base paramilitar en Puerto Guadua, donde este grupo armado instaló un primer retén. Todas las canoas debían parar allí para ser requisadas y dar información sobre su ruta y las personas que se transportaban.

Allí también había una pista de aterrizaje a la que llegaba la avioneta de los paramilitares.

En esta base los paramilitares mataron a muchas personas:

uno encontraba los costales de los troncos [de personas] sin cabeza, extremidades… era normal. En cuanto al pescado, yo creo que no comió muerto porque a la gente la rajaban, la botaban, pero volvían a salir normal, los peces no se lo comían; el único animal que pica es el cangrejo que pincha las orejas. Este retén estuvo durante los siete años. A veces bajaban a todos los pasajeros y algunas veces nos dejan toda la noche.CNMH, hombre adulto, testimonio, Tibú, 2016.

Finca El Higuerón

La finca El Higuerón se convirtió en el principal centro de acopio de droga de los paramilitares. Allí la recibían, la pesaban y la sacaban.

La zona también se configuró como un importante lugar de retenes en el que muchas personas, principalmente bagas Término que los Catatumberos y Catantumberas usan para referirise a quienes manejan lanchas canoas, fueron asesinadas, detenidas o despojadas de sus pertenencias. “Ser boga era un riesgo porque uno como boga salía a trabajar y, si le tocaba cargarlos a ellos, uno andaba con el presentimiento que la guerrilla al primero que le iba a dar era el boga CNMH, habitante de la región, testimonio, Tibú, 2026,»

Otras actividades que se realizaban en este punto eran el mantenimiento del armamento y el arreglo de los camuflados.

El dueño de la finca murió antes de la desmovilización paramilitar. No obstante, la finca fue recuperada por sus familiares que hoy viven allí.

Procesadora de yuca

Río abajo desde La Gabarra, yendo a Venezuela, la canoa tuvo que parar en un retén de la fuerza pública para dar información sobre el destino de la ruta. Los militares nos advirtieron no pasar del caserío Kilómetro 60 porque esa zona estaba controlada por la guerrilla.

Poco después llegamos a la antigua planta procesadora de yuca de la cooperativa Corpoyuca, ubicada en Kilómetro 60.

Este lugar se encuentra en la actualidad deshabitado y en ruinas. Fue señalado como uno de los centros de tortura de los paramilitares. Encontramos algunas palabras consignadas en el metal oxidado de la única máquina procesadora que se encuentra ubicada al aire libre: son unos sapos revolucionarios.

La procesadora de yuca es una ruina que produce miedo, desolación y abandono. En este caso la ruina se mantiene para darle lugar al pasado en el paisaje. Pero dentro del paisaje este lugar no se habita, no se visita sino más bien se esconde alrededor de los caminos camuflados por la maleza. Esta ruina nos convoca a pensar en el silencio que también se plasma en el paisaje de la violencia.

Calabozo

El calabozo estaba ubicado dentro de una de las casas de Kilómetro 60. A este caserío, a tan solo 20 minutos del casco urbano de La Gabarra, eran dirigidas las víctimas de la zona; allí eran torturadas y asesinadas.

“Metieron a las personas [en el calabozo] y le daban una ficha y por orden de ficha las iban matando » Centro Nacional de Memmoria Historica, (2025), Con licencia para desplazar. Masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo, CNMH, Bogotá, página 112. Los cuerpos se veían bajar por el río, pero nadie se arriesgaba a recogerlos por miedo a represalias de los paramilitares.

Según el periódico norte santandereano La Opinión, la comunidad quiere que este calabozo sea resignificado con la construcción de un centro cultural y de memoria para las víctimas del conflicto armado:

A través de piedras, la comunidad quiere dejar mensajes alrededor de un monumento que, si bien no está muy definido cómo será, contará con agua como fuente de vida. También quiere que todas aquellas familias que sufrieron la desaparición o muerte de uno de sus integrantes en La Gabarra, puedan llegar hasta este lugar a honrar la memoria de su ser querido escribiendo su nombre o un testimonio en su honor. Jácome Ramírez, Jhon Jairo, (2016, 16 de octubre), “De casa de tortura a centro cultural y de memoria”, en La Opinión, disponible en: http://www.laopinion.com.co/region/de-casa-de-tortura-centro-cultural-y-de-memoria-120826, recuperado el 8 de agosto de 2017

El recorrido por el Bajo Catatumbo nos mostró que la guerra ocurrió en un espacio determinado, que las carreteras y ríos que conectan municipios y veredas se convirtieron en puntos estratégicos de los actores armados para cuidar sus fronteras de acción y determinar el control de quienes las transitaban. La guerra cambió el ritmo de la vida cotidiana, transformó las relaciones de los habitantes con el espacio y los significados otorgados a lugares simbólicos como los ríos y los árboles. El paisaje de la violencia del Bajo Catatumbo está conformado por lugares que aún guardan las huellas de la guerra y otros que han sido resignificados por los habitantes del territorio. Cabe mencionar que esta región aún no le hace quite a la guerra, todavía hay presencia de actores armados consolidados alrededor de rutas de narcotráfico y grandes proyectos extractivos.

Clustertv.net Prensa Radio Televisión

Un documento publico CNMH